Desde Santurce a Bilbao…vengo por toda la orilla, con la falda remangada luciendo la pantorrilla…

Con esa canción nos propuso Alberto un nuevo reto… correr la “desde Santurce a Bilbao”, inicialmente 16.350 metrosAsí que dicho y hecho. Diego, Alberto y yo (con respectivas), maletas al coche y desafiando a la nieve que caía cerca de Burgos, pusimos rumbo a Bilbao. “Can” Corcos nos acogió estupendamente y, para calmar los nervios de la carrera e hidratarnos, el caballero se rindió a servirnos un par de Gin-tonics durante la tarde del sábado.

El domingo por la mañana nos levantamos raudos y veloces y, como no, se nos cayó el alma a los pies cuando al abrir la persiana vimos que estaba lloviznando, hacía viento y estábamos a casi seis grados (qué inocente yo, pensar que en Bilbao haría un sol de narices… en qué estaría pensando…).

Pero bueno, para que haya gloria debe haber sufrimiento. Así que cambio rápido de atuendo de la versión “yo corro en Miami Beach” a la versión “frío y viento del norte” y salimos el trío calavera de casa Corcos (esto es, Diego, Alberto y yo).

Como no, tuvimos que cruzar por el mítico puente colgante que une Getxo con Portugalete (orgullo justificado del pueblo vasco, todo hay que decirlo). Allí recogimos al mítico “Cifri” (Diego Cifrián), persona con un palmarés muy respetable y que haciendo gala de sus orígenes vascos parecía haber digerido sin problema alguno las inclemencias del tiempo y contribuyó desde el primer momento a generar ese punto de “buen rollito” previo a la carrera.

Ya en la parrilla de salida, dado que llovía bastante y la gente era consciente de que iba a sufrir, cada uno buscaba su pequeña guarida en la que refugiarse (valía todo, una portería, un puente, una parada de bus…). Más que Bilbao eso parecía una película del lejano oeste cuando entran los malos y la calle se queda desierta… (eso sí, con música máquina de fondo).

Cuando anuncian que estamos a falta de cinco minutos, la gente empieza a salir de sus refugios y directos a la línea de salida. Se confirma entonces que somos más de lo que parecía y, sobre todo, que están “los de siempre”, los que llevan el deporte en vena, y eso se nota…. el nivel medio es muy alto.

A falta de un solo minuto tenemos dos gratas sorpresas: anuncian que la carrera se alarga un km más de lo previsto –hay quien no se entera hasta el km 16, y se acuerda de la madre del organizador-, y por otro lado aparecen dos más de los “nuestros”: Iñigo Bilbao (en Madrid se le suele llamar “el vasco”, pero con tanto vasco en Bilbao, allí sólo se quedó en Iñigo) y el “Huracán de Gijón”, Kike Álvarez Uría.

El grupo está formado, somos seis, Cifri, el Huracán de Gijón, Iñigo, Diego, Corcos y el menda. La carrera empieza como es habitual, mucha gente al principio y deseando que se estire un poco para correr cómodos. La cosa se endurece cuando empezamos a ver que no vemos marcados los km y desconocemos el ritmo al que estamos yendo. Eso desorienta. La gente va rápido pero nuestras pulsaciones están cerca de 170… Finalmente, vemos el km 3 indicado y confirmamos que vamos bien, a 5’ el km, según lo previsto.

Poco a poco, entre charco y charco vamos encontrando nuestro ritmo de carrera y comenzamos a desprendernos de las prendas sobrantes (desprendernos = atarse a la cintura, que uno es catalán y no regala su ropa…).

Diego y Alberto se muestran sólidos y van mordiendo poco a poco el asfalto. Les copio. El ritmo de carrera nos permite ponernos uno al lado del otro, cual caballeros templarios, la fila india no nos gusta.

Entramos en la zona industrial de Bilbao, lo que la gente no suele ver, y ahí estamos cómodos, muy cómodos. Seguimos rodando en poco menos de cinco minutos el km. Podemos más pero no queremos ni debemos. El reto es hacerlo clavado, al menos hasta el km 12/14.

Poco después, sacando casta, pecho y raíces, Cifri se despega. Ahí es cuando uno se da cuenta que el 1.85 / 1.90 no es impedimento para ser la liebre. Lo que tiene el tío de grande, lo tiene de fuerza y de agilidad. Poco a poco vamos perdiendo a Cifri, y sólo en algunos momentos logramos ver a lo lejos el color azul de su chubasquero.

Iñigo – el vasco- Bilbao y el Huracán de Gijón se despegan metro a metro por delante. Por primera vez veo la parte de detrás de la chaqueta de Iñigo: las letras de una media maratón benéfica en el norte de España. Este tío no se queda con nosotros. Puede y debe seguir tirando. Y el Huracán de Gijón, cual fiel escudero, le acompaña.

En un momento dado a Diego le falla el polar, algo que para los que estamos acostumbrados acaba desorientándonos. A partir de ahí, nosotros, Alberto y yo, somos su lazarillo en cuanto a tiempos y ritmos cardíacos.

Pero eso no es obstáculo. Km 12, seguimos cómodos. Hemos corrido mucho juntos y sabemos que lo estamos haciendo según lo planeado. Repetimos lo de “estamos haciendo una carrera inteligente” y eso nos anima. Nos gusta Bilbao, nos gusta correr y más si corremos con amigos y hasta la lluvia nos gusta. Además, por si no fuera poco, nos esperan nuestras mujeres en la meta (gracias Marta y Zuzu). Por si no fuera poco, corriendo paralelos a la ría, vemos un espectáculo único para los no-vascos: una trainera impulsada por aproximadamente 20 remeros y que a las órdenes de su patrón y al grito de “aupacagoendios” azotan el agua zambullendo los remos y haciendo que la barca de 200 kg parezca un simple kayak. Nos confraternizamos con ellos, nosotros somos ellos y ellos nosotros. Cada vez que reman y gritan, nos sumamos a sus gritos. Y eso nos inspira y nos anima. Es hora de afrontar entonces la parte final.

Los tres, Diego, Alberto y yo seguimos sólidos y confiados. Eso va a acabar bien. Diego entonces utiliza su power gel personal: se pone su ipod y la música de Rocky: no falla. Rocky le da un balón de oxígeno y se adelanta unos metros. Buena señal, nos sobran fuerzas y podríamos dar más.

Km 16, Marta y mi mujer, Zuzu (todavía no entendemos cómo se les ocurrió llegar hasta allí, pues era el sitio con menos “glamour” de todo el recorrido, y eso que había sitios muy bonitos). Estamos en plena subida y con el cachondeito nos permitimos una instantánea y unas sonrisas de complicidad.

Km 16,5, el que no había escuchado que la carrera se alargaba, empieza a echar pestes de los organizadores. Le animamos y parece que se calma y se anima.

Km.17, eso está hecho, choques de mano, risas y miradas que lo único que transmiten es el sabor de la victoria y del trabajo bien hecho.

Km 17,3, llegada a la meta. Nos cogemos entonces de la mano y entramos en la meta, felices y deseosos de ir a por otra carrera.

Diego, Alberto y yo 1,27. Cifri y el Huracán de Gijón 1,21. Iñigo 1,23.

Resumiendo, carrera bonita y en mojado, buen entrenamiento para la maratón de Marrakech y para la Half de Barcelona (next challenges….).

Confiemos en contar de nuevo con la presencia de Cifri y el Huracán de Gijón. El trío calavera y el Vasco –recuperando ahora sí su apellido- seguiremos fieles a los siguientes retos (Marrakech y la Half Challenge).

Mención especial para las mujeres presentes (Zuzu y Marta) y para la –novia todavía- ausente (Nora, quien los conflictos internacionales en Tailandia han provocado un retraso de casi 4 días su accidentada vuelta a España).

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